21/9/06

adios hermano...

Me vi una vez más aquel día lluvioso en el funeral.
Sin embargo, aquella vez la imagen que vi de fue de total y absoluto deterioro, de abandono y perdición.
La imagen de alguien que ha perdido su alma y no siente fuerzas ni ganas para buscarla.
Me acerque un poco mas..
Sabía que no podrían verme, así que no tome muchas precauciones a la hora de acercarme.
Me coloque justo tras ella, quedando ambos separados del cúmulo de gente de ropas oscuras que se encontraban cerca del ataúd, a punto ya de ser enterrado.
Las palabras del cura me llegaban como un susurro en el frío viento, y los sollozos de los amigos y familiares pronto quedaron ocultos bajo el chapoteo de la lluvia.
Me mantuve a la espalda de un joven hombre al que había estado observando durante horas, mirándolo , sintiendo un cúmulo de emociones que no supe bien como definir.
Tristeza, incomprensión, un poco de rabia…
Él se mantenía con la cabeza baja, dejando que la lluvia recorriese su cuerpo y empapase su cabello oscuro.
Ya no le importaba nada.
Ella, por su parte, comenzó a notar una fuerte presión en el corazón.
Una presión que no la dejaba sin aliento.
Llevó una de sus manos al pecho y agarró con su fuerza su ropa.“No es justo” pensó con amargura.
Sin embargo la justicia no era algo que importara mucho en estas cosas. No tenía jurisdicción en el curso natural de la vida.
Las luces se encienden y se apagan, y, a veces, por mucho que se proteja a la llama, está dejará de brillar irremediablemente al consumirse la mecha.
El hombre levantó entonces la mirada.
No pudo verle el rostro, ya que aun me encontraba a sus espaldas, pero supuse que sus lágrimas se hallarían mezcladas entre las numerosas gotitas de lluvia que le caian por la cara.
Se mantuvo mirando al cielo durante unos minutos, y justo cuando sonó en la lejanía el débil “amén”, que daba fin al funeral, él se dio la vuelta.
Cuando lo vi, note como su corazón volvía a encogerse y se agarró con más fuerza la camisa en el pecho. El rostro que meses atrás se mantenía altivo, jovial y mostraba aquella sonrisa optimista ante cualquier patada que recibía de la vida, ahora se encontraba encharcado en un mar de lágrimas y lluvia, y sus ojos, ahora estaban apagados y bordeados por oscuras sombras, prueba de un profundo sufrimiento y cansancio.
Quize entonces tocarlo. Abrazarlo.
Susurrarle que siguiera teniendo fe, decirle que llorara en mis brazos... pero me contuve.
Cerre fuertemente los ojos y deje que él pasara por mi lado, ignorándolo, dado que no me podía ver.
Ella tuvo que hacer un gran esfuerzo por resistir el deseo de echarse en sus brazos, de consolarlo... pero sabía que mostrarse asi tan solo le haría más daño.
Tan solo le sumergiría más en el dolor... Ahora ella quedaba fuera de su vida.
Lejos, muy lejos... y para siempre.
Abri de nuevo de los ojos, y mire hacia donde minutos antes se había agrupado la gente.
Ahora ya no quedaba nadie.
El ataúd había descendido, y tan solo quedaba aquella fría lápida gris, adornada con un sencillo ramo de margaritas.
Margaritas...Me acerque lentamente a la tumba.
No lei la inscripción, no me hacía falta. Me arrodille junto la lápida y acaricie las flores.
Note como una lágrima me recorría el rostro. Tal vez fuese un acto fuera de lugar, pero no escondi aquella lágrima, al igual que élla no escondía las suyas.
Tome con cuidado una de las flores. Una margarita...
Entonces, con un sobresalto, Recorde algo. Algo muy, muy importante.
Tal vez la única razón por la que me encontraba allí en ese momento, junto a aquella lápida.
Tome con fuerza la flor, me pare y la busque con la mirada, casi frenéticamente.
Localice el camino, y sin echar una última mirada a la tumba corri...
La encontre a ella minutos mas tarde , apoyada de espaldas en un arbol, con las manos en los bolsillos y con la mirada baja.
Ya no lloraba. Suspire de alivio al verla allí, y sonrei.
Las velas se apagan –pensó ella- pero lo que tiempo atrás iluminaron no desaparece, aunque quede a oscuras...
Con cuidado, me puse detrás del ciprés y, despacio, coloque con cuidado la margarita en el suelo, al lado de ella que en ese momento dejaba de apoyarse en el árbol y se pasaba una mano por el mojado rostro.
Pero aquella margarita no estaba intacta... aquella margarita era ya mucho más que una simple flor. Era un mensaje. Su último mensaje.
Ella emitió una triste sonrisa, y se fue, pasando muy cerca del hombre de negros cabellos. La última imagen que vi fue la de élla descubriendo la flor, agacharse lentamente, y estirar su mano para recogerla...
....y sonreir.
-Aquel día lejano, ambos nos encontrábamos sentados en el jardín del hospital.
Hablando y riendo. Tu sonrisa iluminaba todo mal que me ocurriera, toda tristeza que me amenazara o cualquier golpe que la vida me diera.Recuerdo que señalaste una pequeño campito de flores.
Un campo de margaritas.- Son horrendas, ¿no crees?.Yo me levanté y tome una de ellas. Te miré con una sonrisa y empecé a quitar los pétalos de la flor lentamente…- Me quiere- y quité un pétalo- no me quiere- y otro más cayó al suelo.
Tu empezaste a reír y a decirme que me dejara de pendejear, pero a mi me daba igual. Te estabas riendo, aunque fuera de una cosa tan tonta como esa, pero estabas riendo.- Me quiere- y entonces me detuve, y miré con disgusto a aquella margarita. Quedaba tan solo uno de los pétalos.Con un suspiro, dejé la flor.- Así que no me quiere nada, ¿eh? Mala persona...
Tu sonreiste con ternura, y me tomaste de la mano. - Las margaritas son flores muy feitas –explicaste mirando al campo...- al igual que mi hermanita. jajaja y nos reimos de buena gana...no te gustaban las flores ya mi tampoco..menos las margaritas...pero cada vez que veiamos alguna...nos recordabamos uno del otro...

-Ahora me encontraba frente a la lápida.
Observe durante unos instantes la inscripción, y luego, con una triste sonrisa, observe la flor que tenía en mis manos y que, minutos antes, había encontrado cerca de un ciprés.
Una margarita con un solo pétalo.
Acaricie una vez más el ramo que descansaba sobre la tumba.
Las había contado varias veces, pero ya no me moleste en volver a comprobarlo.
Faltaba una flor.
Tan solo una.
Observe unos segundo más aquella margarita de un solo pétalo, y reprimi una lágrima.
Tras guardar la flor, di media vuelta y me aleje lentamente.
- Las margaritas son flores muy feitas –explicaste mirando al campo...- al igual que mi hermanita... Esta flor debería tener...
- …Tan solo un pétalo más. - susurre mientras atravesaba los portones del cementerio.
Me volvi por última vez, y observe aquel deprimente y gris paraje.
Y con un último suspiro, me despedi.
- Gracias por todo...nos vemos por ahi...

No hay comentarios.: