Al llegar, mi cama vacía, las plantas una semana más verdes, como intentando llenar el espacio que no ocupa nadie trepando por las paredes.
Todo está callado.
Callado y vacío.
La cama sigue deshecha, nadie la hizo al salir.
Siete días de silencio escupidos sin miedo sobre las sábanas.
Sábanas arrugadas y solitarias, de pieza dormida para su dueña cansada, ausente y también solitaria.
No hay una espalda contra la que apretarse, no hay otro calor que no sea el del silencio y por supuesto tambien esta ausente.
Frazadas calladas e inútiles, que encierren mi cuerpo.
Cuerpo cansado de mi, cuerpo que busca un abrazo pero encuentra las plantas una semana más verdes, la casa vacía y el corazón callado, como un enorme reloj de pared sin paredes.
Siempre hay una sombra que se proyecta desde una pared desnuda, blanca, triste y también cansada, en el piso cansado de tanta hora triste, de tanta habitación dormida.
Un reloj que no suena, como de corazón callado.
La casa está triste, el cuerpo callado y la cama vacía salvo por mi, que al final me refugio buscando el calor que no encuentro, en mis sabanas que no estan tan frias.
En las sábanas arrugadas que deje sin hacer con una semana de polvo y un siglo de ausencia.
Entierro mi cabeza buscando ese sueño que no tiene forma, esperando esos brazos que nunca alcanzo.
Despierto buscando el espacio que no ocupa nadie.
El tiempo pasa, lo se
El tiempo, río cruel en una pared con tu nombre pintado en ella.
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